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Obra propiedad de Kuma Almasy, prohibida su copia. Con la tecnología de Blogger.

Capítulo 7 Cuerno Negro (Parte I)

Aparte torpemente con el hocico la suave tela de la estancia, antes de entrar por la pequeña abertura de la roca. Me abrí paso en silencio, recordando mi anterior y desdichada visita, en la cual, gracias a mi tamaño, me quede atascado en la entrada. Tras unos cuantos tirones en las patas y algún rasguño, atravesé la entrada, mi gran enemiga. Tras las finas telas, una pequeña habitación excavada en la roca me recibía. Era excepcionalmente acogedora, en el fondo chasqueaban las brasas de una minúscula hoguera, cercana a la pared, la cual mantenía el calor en la estancia. En las paredes, se amontonaba la paja y algunas vasijas rellenas de especias, que le otorgaban al lugar un leve y delicioso olor a canela. En el centro, una pequeña cesta de mimbre dorada, adornada con telas y flores, reposaba sobre un lecho de paja rodeado de pieles y amapolas rojas. De su interior, surgía un leve sonido, casi inapreciable, tal vez un ronroneo o un olisqueo al aire, no estaba seguro.

En silencio y con calma, me acerque a la cesta, con toda la delicadeza que me era posible, en un lugar tan angosto. De su interior, una dulce pero leve voz surgía, y la figura de un pequeño ser peludo y blanco, comenzaba a hacerse visible conforme avanzaba hacia ella, casi semioculto entre una gran cantidad de pieles. Aún, estaba a una distancia considerable, dentro de lo que la habitación me permitía, cuando del cesto, una pequeña y rechoncha mano apareció, invitándome a acercarme más a él. Tan pronto como me confié y avance más decidido hacía él, de la pequeña palma de la mano, surgió una esfera mágica de fuego, que fue directa a impactar contra mi hocico, quemándome la punta de la nariz.

No pude evitar el quejido inmediato tras el impacto. Escocía como la sal en un ojo y para colmo, poco podía hacer para aliviarlo con mis lametones y mis patas delanteras. Cuando por fin la quemazón comenzaba a desaparecer, fui directo hacía la cesta. Claramente enojado me asome por completo y para mi sorpresa, en su interior, no encontré más que las pieles, aún calientes.

Fue entonces, tras examinar la cesta y la habitación, cuando comencé a notar como un bulto subía por mi cuello, agarrándose fuertemente a mis mechones y ascendiendo hasta mi cabeza. Decidí no moverme demasiado por su seguridad.

-Veo que sigues teniendo el mismo sentido del humor, tan cargante como siempre- le dije, intentando visualizarla inútilmente. Ante su silencio y dado que se había parado, en la parte más alta de la cabeza, retrocedí, apartándome del cesto, para recostarme lentamente en el suelo, a la espera de que decidiera hablar. No sé cuánto tiempo paso, sabía perfectamente que estaba sobre mí, en silencio pero, frotándose dulcemente entre mi pelaje y acariciando mi cuerno con sus pequeñas manos.

-Y tus gustos, son los mismos también- Nunca había sentido demasiado aprecio por alguien, pero ella era especial. Respiraba calmado, después de seis largos meses, al ver qué, aunque de otro color y mucho más pequeña, seguía siendo mi Shita de siempre. Bromista y juguetona pero, dulce y tierna conmigo.

-Te he echado mucho a faltar Noche, han sido unos duros meses sin tenerte a mi lado- Desde que nos conocimos, hace más de diez años, ella había sido mi fiel acompañante, habíamos librado cientos de batallas como camaradas y me había dado un nuevo hogar, lejos de Dangabar, incluso me había dado un lugar entre los suyos y un nombre.

-¿Miau? - dijo mientras se dejaba caer entre mis ojos, hasta parar en mi hocico.
-Vaya, puedes lanzar magias, abrasarme el hocico, trepar por encima de mí con gran sigilo y destreza, hasta morder pero, ¿no puedes hablar?
-Miau miau, miau…- Empezó a maullar sin parar, sentada en mi hocico, entre mis ojos, lugar donde apenas podía entrever su forma.
-Bueno, pequeña, me envía madre, me ha pedido que te pusiera a corriente de mi viaje y de los últimos acontecimientos.

Comencé a contarle lo sucedido en el viaje, la reunión con las diferentes camadas del malágren, las jóvenes crías recién llegadas de cada uno de los pueblos, los numerosos e insistentes, aunque inútiles ataques de los Bekinels a nuestra compañía y por supuesto, lo sucedido con el pequeño noru del fuego en el camino, escasos soles atrás. Aunque seguía sentada, sabía perfectamente que me estaba escuchando con atención, moviendo levemente sus orejas y rascándome la parte de hocico que quedaba entre sus patitas.

Justo cuando comenzaba a contarle la actuación del cachorro de fuego, pude escuchar como alguien tosía de forma forzada a nuestra espalda. Con sumo cuidado, mire tras de mí, girando la cabeza. En la entrada de la estancia, la cual estaba casi cerrada por mi cola y mi trasero, esperaban dos Shitas blancas, cargadas con mudas y pieles limpias, leche recién ordeñada y algo de madera.

-¡Leche! – dijo la pequeña, con su dulce voz de bebe al verlas, extendiendo los brazos, exigiendo con entusiasmo la comida a sus dos hermanas.

3 gotas de sangre.:

Maleficentia dijo...

¡esa es mi madre! :D

aunque pobre Cuerno Negro, menuda cruz le ha caído xD

Divinum Eximia dijo...

Que gracia que les ocurra eso, pero como dice Bea, pobrecito, la que le ha caído x'DD

Es una monada *-*

No te comento mucho más porque ya sabes todo lo que opino, a partir de ahora me resignaré a leer y poner comentarios sobre lo leído, si no te importa ;)

Un saludo^^

Magdalena Borrull Amador dijo...

Macho te las lucido con la descripcion...se ve perfectamente la habitacion...

Me imagino las mano rochoncha jejeje que bonica ^^