el autor

Mi foto
Kuma Almasy
Ver todo mi perfil

protagonistas

ya han visitado Derión

¡Afílianos! Photobucket

Síguenos en Facebook.

Obra propiedad de Kuma Almasy, prohibida su copia. Con la tecnología de Blogger.

Capítulo 9 Noche (Parte I)


Abrí los ojos al escuchar el enérgico canto del gallo mayor del corral, marcando un nuevo y bello amanecer que sin duda me aguardaba en el exterior. Me encontraba rodeada y acunada por suave y abundante pelo negro. No pude evitar pensar, que desde fuera, para cualquiera que entrara en mis aposentos, solo debía parecer una mancha blanca en el pelaje de mi gran hermano. Di un pequeño salto para salir de mi lecho y me estiré con ganas y de manera reconfortante. Comenzaba a tener todas mis habilidades y capacidades de nuevo conmigo. Cada amanecer, podía moverme mejor, con más agilidad y control, algunos de mis dientes de leche ya se me habían caído o me los había arrancado, las uñas de patas y manos ya no eran tan inofensivas y mi magia, comenzaba a brotar de nuevo con normalidad y apenas esfuerzo de mi interior, como antaño.

Decidí aventurarme por fin fuera de la habitación, mi cuerpo me pedía movimiento a gritos, me exigía correr, saltar, notar de nuevo el tacto de la tierra entre los dedos de mis ahora, diminutas patas y la simple idea de estar todo el día en el cesto de reposo, me aburría de sobremanera y me producía una enorme jaqueca, además empezaba a tener apetito y la leche, aunque deliciosa, no tenía comparación con un buen chuletón a la brasa. Sin demora cogí de la cuna una piel de jabato y me la até a modo de túnica, una vez vestida, busque cosas útiles por la sala, un arma o un palo de madera, algo con lo que defenderme llegado el caso. Tras examinar la habitación en silencio y a cuatro patas, por suerte para mí, encontré una larga aguja de coser, alguna de mis cuidadoras había tenido la cortesía de olvidarla cerca de las vasijas de canela y eneldo. La até en mi pata derecha con una tira de piel y me dispuse a ver el viejo refugio sagrado, mi hogar, después de casi dos ciclos lunares.

Aparté las finas telas que cubrían la entrada, las atravesé ansiosa, dejando en mi habitación de piedra, a la pequeña bola de pelo durmiente. Sin necesidad si quiera de agacharme, avance por los viejos túneles de roca. Por doquier, mirases donde mirases, aun se podían entrever las antiguas pinturas en recuerdo a la sagrada historia de los hijos de las lunas, algunas de más importancia, como las dedicadas a los norus de fuego o a las lainduins más antiguas, estaban iluminadas por pequeñas hogueras o simplemente velas. No me detuve ante los recuerdos de mi gente pero, si vi como el fuego, con el vaivén del aire, daba vida a más de una de las ilustraciones, volviéndolas más tenebrosas que dignas de oración.

Tras mi paseo a paso ligero por la cueva, mis pasos al fin alcanzaron el exterior. Me aventuré sin dilación al exterior, lugar donde me esperaba una agradable brisa y todo el poder del padre sol, que en un primer momento, incluso logro cegar mi visión. Por supuesto, por el camino hasta el exterior tuve la mala suerte de ir cruzándome con numerosas hermanas, que insistieron de manera cargante y agoniosa en que debía regresar a mis aposentos y como no, que mis ropajes no eran dignos de mi estatus y que no debía ser vista así por nadie y mucho menos, salir al exterior. Por suerte, hacía ya muchos renacimientos que había aprendido a ignorarlas.

Una vez en el exterior, después de recibir los dones de los elementos, con mi sequito de preocupadas hermanas, todas más altas que yo, pero claramente más jóvenes, examine el ambiente con atención, con todos los sentidos, atesorando cada sensación de nuevo como la primera vez. La luz del gran dios brillaba, Selene se encontraba en menguante, con Nelsi muy de cerca, la cual por su parte, estaba claramente en nueva, grande y resplandeciente en el cielo del gran padre Derión. Me estiré de nuevo en la entrada, olfateé largo y tendido el aroma del valle, escruté, aunque con dificultad por culpa de mis alteradas acompañantes. Entre los sonidos, hallé el murmullo del agua al caer en la laguna del caballo, los aullidos de los norus, bellos como la música de los Aritmets de Dangabar y el cantar melodioso de las aves de mi hogar. Me encontraba excitada, entusiasmada, llena de vida y con ganas de ponerme a prueba. En ese preciso instante, se me ocurrió la manera más eficiente de probar mi cuerpo y de entretener a mis alteradas hermanas. Mire atrás, a todas y cada una de ellas.

-Hermanas, voy a cazar Bekinels, esperarme aquí eh, no os mováis- les dedique rápido guiño y salí corriendo como el viento, saltando setos y pequeños escalones de piedra natural. Como era de esperar, todas, asustadas y perplejas, corrieron tras mis pasos para intentar detenerme entre gritos, como auténticas cacatúas alteradas ante la presencia de un depredador.